Fútbol
y Danza.
EN
UNA BALDOSA
--Observe,
observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el
cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la
voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio...
Bueno... Eso, eso es la danza...
(“Viejo
con árbol”, cuento de Roberto Fontanarrosa)
Lucía
Naser es socióloga y magíster en artes escénicas. Su vínculo con
la danza nos es solo práctico, poniendo el cuerpo en juego; es
también teórico, poniendo la mente. En 2014 inició “Episodios”
una investigación sobre las posibles intersecciones y relaciones
entre la danza, ficción e imaginarios. El Episodio III se está
gestando, se llama “Pase” y es sobre fútbol. Mejor dicho, con
jugadores de fútbol, y cuenta con la co-dirección de Agustín
Lucas. Sobre esta tarea quijotesca, conversamos con Lucía.
-Desde
tus primeros recuerdos, ¿qué lugar ha ocupado el fútbol en tu
vida?
Fui una
niña bastante “varonil”. Me gustaban los juegos tradicionalmente
asociados a los varones. Del fútbol particularmente, la dinámica
que representaba el divertirse en grupo. Tal vez los juegos asociados
a lo femenino me parecían demasiado ficcionales. Mi libro preferido
fue “Pateando lunas” de Roy Berocay, que me marcó mucho: sentí
que alguien estaba contando lo que a mí me pasaba. En cuanto a lo
pasional, ahora me declaro ex hincha de Peñarol, pero fui muy
hincha. Más grande, cuando empecé la carrera en Sociología,
empezaron a llamarme otros aspectos del fútbol, no tan felices, lo
político, las relaciones de poder, la corrupción, la mafia, etc.,
que en mis ojos de hincha adolescente encantada con Bengoechea y
Pacheco, no aparecían. Empezar a ver esos elementos, me cambió
mucho la percepción del fútbol y de todo lo que sucede fuera de la
cancha. A su vez estuve en contacto con el mundo del fútbol y vi
ciertas maneras de “ser” en ese ambiente, que me llamaron la
atención: el lugar de la mujer, el lugar del hombre. Más adelante,
esos cuestionamientos se cruzaron con mis intereses por la danza y la
investigación del cuerpo, hasta preguntarme qué tipo de
masculinidad está allí involucrada, no solamente en el fútbol,
sino en cualquier actividad estereotipada con lo masculino -aunque
está claro que el fútbol es un ámbito de producción de identidad
masculina muy potente- y qué pasa con las subjetividades que se
producen en ciertas prácticas del deporte. Por lo tanto, la mezcla
entre la visión sociológica y el interés en cómo se relacionan el
cuerpo y la subjetividad, a través de la danza, me han hecho volver
al fútbol, a través de un camino bastante insospechado.
-¿Cómo
era tu actitud en la tribuna?
Era muy
apasionada, hincha comprometida, muy emocional. Me acuerdo que
gritaba medio desaforada y mi hermana y mi madre me llamaban al
orden, porque no estaba bien visto que una mujer hiciera eso. “¿Por
qué yo no puedo?”, me preguntaba. Esa pasión con la que vivía el
fútbol la empecé a unir con mi sentimiento hacia ciertas causas
políticas (justo estoy haciendo una investigación sobre las marchas
y manifestaciones), entonces comencé a ver que el cuerpo, cuando
está apasionado por algo, cuando está rabioso, se parece bastante
sin importar el contexto; aparecen cualidades expresivas, sensaciones
externas y hasta performances parecidas a la de cualquier espectáculo
público. Me da curiosidad la pasión e intensidad que se despierta
en el fútbol, pero para llevarla a otros lugares, para vivir y
cuestionar otras cosas.
-En
una de las definiciones de “Episodios”, incluís la frase “Que
lo extraordinario no esté opuesto a lo concreto”. Es una premisa
tan artística como posible de colocar en el fútbol. Previo a este
trabajo, ¿considerabas un vínculo entre arte y pelota?
En algún
momento empecé a notar que en la danza contemporánea había mucho
espíritu lúdico, durante los ejercicios de improvisación, pero en
las obras quedaba afuera. Allí aparece un lenguaje más sobrio,
neutral y conceptual. Me empezó a interesar coreográficamente lo
que sucede en el fútbol, u otros juegos, cuando un cuerpo está
inmerso en la dinámica con otro, con factores terceros como la
pelota y el espacio, y a su vez, se mira desde afuera. La
corporalidad en esos espacios me interesa. Sin haber pensado
específicamente en un posible vínculo entre arte y fútbol, comencé
a reflexionar sobre el arte como camino para hablar de ciertas cosas
que están dadas por hecho, pero para considerarlas de una forma más
interesante, donde se pudieran dislocar a través de otros abordajes.
Mi acercamiento actual a pensar el fútbol a través de la danza vino
porque creo que hay muchos fenómenos sociales que está bueno
repensar con herramientas artísticas. El fútbol es un fenómeno de
masas que está metido en el corazón de la identidad uruguaya, que a
su vez es fuente de muchos problemas. Entonces me pregunto cómo
abordar el fútbol desde otra lógica que no sea solo pensar si te
gusta o no el fútbol. Cómo dislocar los términos en los cuales
pensamos qué pasa con el fútbol en nuestra sociedad, en nuestra
cultura, en los cuerpos.
Esta
propuesta de trabajar con el fútbol nació por un diálogo con Ana
Laura López, directora del Florencio Sánchez. Yo venía de
colaborar en un proyecto de danza que había tematizado sobre las
hinchadas y se llamaba “Resistir”. Fui a ver la obra al Cerro y
entendí que ese era un barrio particularmente futbolero. En la calle
Grecia se ve perfectamente la delimitación de las “zonas”, una
para Rampla y otra para Cerro, en una disputa simbólica muy
interesante. Con Ana Laura nos pareció interesante pensar un
proyecto específicamente sobre fútbol en el Cerro, para trabajar
las masculinidades y ver lo que somos. En Episodios lo esencial es
ver cómo, a través del arte, podemos jugar unos con otros, ver cómo
somos en relación al otro, ver como ciertas identidades se van
sedimentando y según los mundos donde estamos cómo vamos llegando a
lugares muy anclados y donde estamos condenados a reproducirnos. Lo
maravilloso de la danza es que se puede jugar a ser otro, a revisitar
el cuerpo desde otras experiencias o preguntas.
-Lo
académico y el fútbol siempre tuvieron una relación distante,
aunque parecería necesario que se llevaran mejor. ¿Cómo y qué
tiene para aportarle la academia al fútbol?
Cuando
hice la carrera en Sociología, la única persona que conocí
interesada por abordar el deporte era Rafael Bayce, alguien que en
general se ha metido con temas poco o nada tocados. En el ISEF ahora
hay grupos de estudio interesados en el fútbol, que se vinculan, por
ejemplo con ONFI. También, un síntoma que me parece saludable, es
la aparición de miradas que expresan preocupación ante las maneras
que ciertas políticas del fútbol se desarrollan y cuáles son sus
consecuencias. Hay un marketing social del fútbol y una cantidad de
proyectos y programas para desarrollarlo, mucha energía, pero cuando
se va a los resultados, lo que se sucede es bastante crítico. Pienso
en el mercado del fútbol infantil o en la inserción del fútbol
femenino –mucho más por un lineamiento que baja desde la FIFA y no
tanto por la existencia de un interés genuino-. Todo el tiempo hay
interesas que están mediando para entender qué es lo que pasa en
términos culturales, sociales, deportivos. En ese sentido, la
academia tiene para aportar, no desde una mirada poco implicada, sino
crítica, informada teóricamente para discutir qué es lo que pasa
con el fútbol.
-El
fútbol tiene concepciones muy herméticas, incluso desde el
lenguaje. ¿De qué modo presentaste la propuesta de danza a
dirigentes y técnicos?
Primero
intentando respetar la filosofía que tengo con respecto a la danza,
no compatible con los conceptos cercanos a lo competitivo, al
“ganar”, al “éxito”. Los combato, pero están muy presentes
en muchos de sus abordajes –por ejemplo el ballet-. Allí se apunta
a la “excelencia” y poco importa la experiencia que viva el
bailarín, lo que se comunique en términos estéticos. ¿Qué tipos
de idiosincrasias, ideologías o política de lo sensible está
trasmitiendo un ballet, con un cuerpo disciplinado, hegemónico,
ideal, virtuoso, “el que debemos tener”? Esos pensamientos
también están en disputa en el fútbol, entonces, yo que vengo de
dar esas batallas, cuando entré al mundo del fútbol y empecé a
comunicarme con técnicos, con presidentes de clubes para acercarles
el proyecto, primero hubo una presentación muy honesta en cuanto a
mi interés: quiero que vivamos una experiencia que amplíe el mundo
de posibilidades en los futbolistas, con respecto a su cuerpo, al
movimiento, a la relación con sus pares. Ahora, para intentar
seducir a los clubes, hice el ejercicio de pensar en herramientas de
la danza que sean útiles para el jugador de fútbol o para el
entrenador, en lo práctico. Me encontré con muchísimas cosas: el
trabajo con el centro, el trabajo con el peso, la toma de decisiones
en tiempo real, la flexibilidad, la escucha, la mirada periférica,
el trabajo en equipo, etc. Ya en los encuentros con los jugadores,
percibí que su entrenamiento es muy específico, muy automatizado y
con un rango de posibilidades muy acotado. Ante eso me resulta
interesante proponer cosas que descoloquen la rutina física.
En mi
imaginación de académica estoy pensando en cómo en una cosa que
parece tan acotada como el deporte y la danza, siempre estamos
reproduciendo maneras de estar en el mundo, de relacionarnos y de
trabajar, que tienen una carga ideológica muy fuerte. Más que saber
qué quiere hacer uno, me interesa cómo lo va a hacer con el otro,
cómo va a negociar con el deseo del otro para ver qué pueden hacer
juntos. A mí no me interesa como la directora del proyecto, incluso
se sumó Agustín Lucas para co-dirigirlo, tras una decisión que
tomamos en un sentido orgánico. O sea, está bueno estar a cargo de
un proyecto, pero desde la escucha, “mandar obedeciendo” que es
una frase que me gusta mucho. Coordinarlo pero siendo atravesada por
los deseos de los participantes, muy dispuesta a cambiar de rumbo y
de plan para dialogar con esos deseos. Que en definitiva tiene que
ver con la improvisación.
-¿Cómo
ha sido el trabajo con los futbolistas de Albion?
Empezamos
en mayo a tener acercamientos, siendo un club que tiene la
particularidad de estar en la C, por lo tanto no tiene la urgencia
del éxito, aunque obviamente trabajan para que les vaya lo mejor
posible, algo absolutamente legítimo. También el plantel tiene la
particularidad de ser diverso en cuanto a que algunos van a la
facultad, escriben tienen otros trabajos, y el fútbol es una
actividad más. Eso hace que se crucen informaciones de mundos
diferentes. Desde que empezamos, he intentado dar ciertas
herramientas de entrenamiento físicas que buscan llegan a estados
diferentes, investigar el cuerpo, producir situaciones donde la
percepción se altere un poco fruto de una composición, investigando
el movimiento. Algunas dinámicas son bien recibidas y otras cuestan,
porque está presente la sociabilidad de un grupo masculino, con
complicidad varonil muy basada en la broma, algo de ambivalente entre
sentir vergüenza y a la vez estar por encima de todo. Me recuerda al
trabajo con adolescentes, que ya he experimentado, donde ciertas
dinámicas de sociabilidad de un grupo dificultan o imponen otros
caminos. Como les gusta reírse juntos y es difícil lograr el
silencio, trabajemos a partir de eso, con la voz, jugando a ser la
hinchada del otro, intentando que a partir de las dificultades surjan
posibilidades. Y si propongo posibilidades que generan dificultades,
también que sea rico para todos, porque no voy a esperar que todo lo
que plantee sea funcione, entonces doy lugar a preguntarles qué
quieren hacer, algo que no es muy frecuente en el fútbol.
-¿Encontrás
respuestas?
Cuesta,
y tiene que ver con encontrar la voz del jugador, algo que hablamos
bastante con Agustín. En la danza, principalmente en las líneas más
disciplinarias, el bailarín no tiene voz. Es el cuerpo que entra,
hace lo suyo, pero nadie le pregunta cómo está o qué piensa. Al
futbolista le pasa lo mismo, y no es de un día para el otro que le
vas a preguntar qué quiere y vas a pretender tener una respuesta.
Esos espacios de intervención hay que generarlos. En este proceso,
sé que van a haber momentos de incomodidad, de “fracaso”, de
cambios de planes, pero son parte del asunto.
-Los
encuentros con los futbolistas tuvieron una primera parte durante las
prácticas, pero ahora están comenzando otra etapa.
En uno
de los encuentros pregunté: bueno, imagínense que tuviéramos la
oportunidad de hacer una obra que hablara o sobre el futbol o desde
el fútbol, ¿qué les gustaría mostrar? Uno dijo “todo lo que le
pasa al jugador y que nadie ve”, otro “lo que pasa en la
hinchada”, otro “el fútbol desde otra perspectiva”. Estamos
empezando esta etapa, a través de encuentros semanales con un grupo
de jugadores de Albion más reducido, y con la intención de que se
sumen otros jugadores, de un amplio espectro: de la A, la B, la C,
Liga Universitaria, ex jugadores, apasionados que jueguen al fútbol
5 todas las semanas, etc. Podemos construir una obra donde el
vocabulario coreográfico esté muy basado en el fútbol, en la
naturaleza del juego, pero también puede ser una obra hecha con la
intención de contar experiencias que forman al fútbol, y no
solamente trabajar con la materia del movimiento del fútbol.
-¿Cuáles
son tus objetivos con respecto al espectáculo?
Me
encanta la idea de que exista un elenco de danza formado por
jugadores de fútbol. No por un capricho de traerlos a mi terreno,
sino porque es muy importante que haya jugadores de fútbol haciendo
cosas diferentes a ir con su bolsito, aparecer en la cámara o estar
en la cancha. Fue muy revelador, y una intervención muy fuerte en el
espacio de la opinión pública, lo que hicieron recientemente los
jugadores, activándose políticamente. Esos fenómenos son muy
importantes para que empiecen a descolocarse ciertos lugares, y la
gente pueda decir: “Ah, los futbolistas también son trabajadores,
¿no?”. Entonces, qué pasa si a través de un espectáculo
surgiera la mirada de “los futbolistas también son cuerpos”, que
les pasas cosas, se pueden mover de otras maneras, tienen historias
para contar, pueden relacionarse entre ellos de diferentes maneras,
etc. Que despierten preguntas como, por ejemplo, qué pasa con el
futbolista de clase baja, el que no llega a un cuadro de la A, el
está dispuesto a dar de su vida mucho más de lo que el fútbol,
económicamente, le va a dar. Esa es una forma de generosidad, de
pasión y de entrega, que solamente veo en artistas.
En
cuanto a otro aspecto de la creación, existe la idea de que el
lenguaje de la danza es singular e intraducible: lo nuestro es el
cuerpo y la sensibilidad. Ese ha sido el paradigma predominante en la
danza contemporánea. Pero no debería tratarse de un espacio de
excepcionalidad, sino que, en todo caso, eso tiene que entrar en
contacto con el mundo y con los temas que mueven a quienes no son ni
bailarines, ni apasionados de la danza contemporánea o que
directamente no les importa el arte. Desde la danza, cómo podemos
utilizar nuestras herramientas para trabajar sobre temas que están
más expandidos, que tienen que ver con la cultura popular, con la
cultura de masas, con culturas hegemónicas que no nos gustan y con
las cuales evitamos relacionarnos.
-En
la danza y en el fútbol hay estereotipos muy presentes, según el
género. ¿Te interesa romper con eso?
Hay una
cuestión estereotipada con respecto a la danza. Igualmente, aunque
parezca un mundo femenino, hasta hace muy pocos años todos los
técnicos eran hombres, quienes tomaban las decisiones eran hombres.
En el fútbol, parecería que para entrar y adaptarse las mujeres
deben masculinizarse. En este proyecto no solo queremos acercar a
hombres al mundo de la danza sin tener que caer en el chiste de “ay,
soy un mariposón porque bailo”, no? Ese chiste ya lo conocemos,
hagámoslo, riámonos y después veamos cómo podemos seguir haciendo
otras cosas. Claramente, los estereotipos de género y las maneras en
que se formatea nuestras sexualidad, no tienen solo que ver con la
relación con nuestro cuerpo sino en qué mundo estamos, en qué
clase social, a qué trabajo nos dedicamos, etc. Un artista tiene
muchas más facilidades para ser homosexual que un jugador de fútbol.
Hay lugares todavía muy asignados y con roles muy herméticos que
cumplir y sí, en este proyecto siempre la idea fue cruzar, salirnos
un poco de esos roles. La sensibilidad no es una cosa de las mujeres,
las sensaciones tampoco, el movimiento tampoco, el pensar en relación
de tu propio cuerpo o con el placer o displacer tampoco. Yo,
feminista, siempre que tenga la oportunidad voy a hablar de cómo la
mujer tiene un lugar jodido en la sociedad, pero me parece que
también hay que empezar a hablar de lo jodido que es también para
el hombre muchas veces, y cómo si bien el hombre está en una
situación de ventaja en términos de poder, muchas veces dentro del
mundo de los hombres hay muchos subalternos y hay mucha gente que la
sufre, y mucha gente que va para adelante con la reproducción de un
estereotipo que le pesa muchísimo hasta el punto de no poder ni
siquiera reconocerse para sí mismos, y que están cumpliendo un rol
que les fue asignado y eso es así: “y bueno, es un hombre”. Ante
eso, me gustaría generar la complicidad para decir “¡pa! que
pesado es esto de ser hombre, siempre tenemos que estar con ganas de
coger, con ganas de salir a pelear, etc.”. Que desde un futbolista
nazca: “tal vez me sentí como la mierda” o “sí, algunas veces
me siento glorioso, pero otras veces me duele todo”. Dar espacio a
poder hablar sobre cosas que son un tanto censuradas, porque no
cuajan con los roles que supuestamente tenemos que cumplir.
-Entre
los deportes colectivos, el fútbol no es el de mayor contacto. Sin
embargo, en pocos momentos deportivos hay tanto contacto como en el
festejo de un gol.
Hay
energía erótica en el fútbol, presente todo el tiempo, que me
parece que es como el elefante en la sala. Últimamente he visto
muchos videos de festejos, de relatos de jugadores que cuentan sus
experiencias en el vestuario, lo que sienten con sus compañeros, y
realmente me parece que hay, por la homofobia que se vive en el mundo
del fútbol, algo que no se dice, y con esto no quiero decir que sean
homosexuales por tocarse o besarse en un festejo. Solo creo que es
necesario hablar del deseo sexual como algo más, que está en el
mundo y que no significa “esto que va a pasar”. Hace poco les
pedí que compusieran una manera de festejar, así como los jugadores
a veces van al partido y saben que si uno hace un gol van a
festejarlo de determinada manera. Ante el estereotipo de festejo, ¿de
qué otras maneras podemos hacerlo? ¿De qué otras maneras nos
podemos tocar que no sea solamente “hiciste un gol y ahora me voy a
sacar las ganas de tocarte”?. Bueno, quizás también puede haber
contacto en otros momentos, podemos masajearnos mutuamente porque
estamos todos hechos mierda del partido y está bueno, sin que cunda
un pánico o una risotada tipo “ah, me está tocando”. Es el
reencantamiento de las cosas concretas: el contacto con nuestros
cuerpos es cotidiano, pero al mismo tiempo es algo muy cuidado.
Podría ser más simple: somos cuerpos, nos miramos, nos tocamos,
estamos juntos, pero hay tensión, hay censura, que nos termina
reduciendo la relación con nuestro cuerpo.
-Más
allá de la activa búsqueda de “su voz”, ¿qué devoluciones o
manifestaciones te han hecho los futbolistas?
Algunos
manifestaron interés por una búsqueda más físico-anatómica,
referida a las articulaciones o el estiramiento, o herramientas que
ven que yo les puedo dar que tienen más que ver con “esto puede
mejorar mi futbol”. Otros se han expresado a partir de cómo los
descolocó tal consigna o cómo nunca habían pensado en eso de
componer una hinchada o experimentado jugar atravesados por ciertas
consignas dislocando pequeñas cosas: vas a jugar un picadito pero
tenés que estar mirando a los ojos al público todo el tiempo, el
arco va a estar en el medio o va a haber un arco móvil, etc.
Mayormente el feedback lo observo, cuando proponemos una consigna que
implica más entrega, confianza, donde surge un cuerpo nuevo, como si
se rompiera un cascarón y ves que alguien esta como en otro lugar.
Eso es muy interesante. Espero que con el tiempo, en este grupo
reducido con el que vamos a profundizar más, yo misma pueda entender
mejor las especificaciones y las potencialidades. Esto recién
empieza.
Mateo Magnone
Realizada en julio de 2017.